―Arriba, algún hombre que se pare y le dé el asiento a esta muchacha que tiene un niño de brazos.
A esa hora, el paisaje de la calzada era más atractivo que nunca, mirar celulares, revisar carteras, rascarse el tobillo y hasta algún que otro libro se pusieron especialmente interesantes; todo menos mirar a los ojos del chofe, que no parecía tener intenciones de desistir.
―Vamos, ¿quién se levanta? Esta muchacha se tiene que sentar, no arranco hasta que le den el asiento.
Nada parecía inquietar a los pasajeros acomodados, incluso a los que iban en las butacas amarillas, destinadas oficialmente para estos casos.
Como al tercer llamado de atención, alguien le cedió por fin su lugar a la joven madre y el chofer pudo regresar tranquilo a su puesto. El P6 siguió su camino rumbo al Eléctrico, luego de una lección práctica de educación cívica y solidaridad elemental.
Lunes, 18 Noviembre 2019 05:11
EN LA GUAGUA: De aquí no se mueve nadie hasta que aparezca la cortesía
Escrito por Giusette León García / CubaSíAlgo así pensaría el chofer del P6, en la parada de Cuatro Caminos, cuando subió a la guagua aquella joven con su bebé cargado y él, con aire decidido, dejó el timón y les habló a los pasajeros:
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YO PROPONGO UNA SECCION DIARIA DE ESTOS TEMAS EN ESTAS PAGINAS.
HAY QUE DENUNCIAR LO MAL HECHO Y FELICITAR LO BUENO. MOSTRAR LAS IMAGENES DE ESTOS REVOLTOSOS, QUE QUIEREN CREAR PANICO EN LA SOCIEDAD
Recuerden que la letra entra con DISCIPLINA rígida no suplicando. Por naturaleza somos indisciplinados solo la ley nos hace disciplinados hacerla cumplir pues.
Napoleón dijo algo parecido a que los hombres solo obedecen al dolor y al amor.
Somos un país donde la educación es gratis, pero la formación de valores va más allá de las aulas. Hay quienes no tienen tanto nivel escolar y son personas llenas de educación formal, de cortesía.
Siempre he dicho que para dar un asiento en una guagua no hay que ser hombre o mujer, sencillamente hay que ser una buena persona. Sabemos las dificultades existentes con el transporte, y que los asientos destinados a mujeres embarazadas, niños pequeños o impedidos físicos, a veces se tornan difíciles de acceder. ¿Cuanto cuesta que alguien se levante para dar un asiento aunque no sea de los amarillos? ¿Cuánto cuesta que las propias mujeres sean solidarias con quien lleva un niño en brazos, si son ellas mismas las que por lo general más saben lo que se agradece un gesto así? ¿Cuánto cuesta que los hombres brinquen como pelotas de ping pong ante la presencia de cualquier mujer, niño, anciano, o persona al fin necesitada de un asiento?
Hagamos que la cortesía no sea algo coyuntural, que no se limite a dar un asiento sino a todas las esferas de la vida.