Este hombre, ídolo y esperanza de millones, ha tenido que vivir muchas tragedias en los últimos tiempos: la de estar encarcelado por un proceso turbio y fabricado, la de permanecer lejos de sus familiares y sus amigos…
Pero con todo, no han logrado derrumbarlo.
Sin embargo (demasiado espinoso está siendo el camino), experimentó también hace unos días el dolor de perder a un nieto queridísimo, apenas un niño de siete años.
Nunca estaremos preparados para la muerte de un niño… sea hijo, nieto, sobrino o simple vecino. No parece natural. Es uno de los dramas más rotundos…
A Lula da Silva le permitieron (no hacerlo sería demasiado regodeo en la ignominia) asistir al funeral de Arthur, fallecido el viernes por una meningitis.
Escoltado por policías, como si fuera un delincuente peligroso, pudo por fin reunirse con su familia, por poquísimo tiempo, para compartir el desgarramiento, para hacerlo (si fuera posible) más llevadero.
Por eso nos abrazamos en estos casos, para sostenernos.
Ese nudo palpitante, ese armazón de brazos y emociones, es el único asidero ante la muerte y la injusticia.
Una mujer observa en un segundo plano. Observa y no puede contener las lágrimas. Los del abrazo tampoco. Uno quisiera creer que al menos, así entretejidos, integran algo más fuerte, inexpugnable mientras dure.
Algo parecido a la esperanza.
Comentarios
Como dice el autor de este artículo, nunca se está preparado para la muerte de un niño, cosa que nunca debería suceder, el dolor no se hace más pequeño ni cuando se comparte con todo un pueblo que además está pidiendo justicia para este abuelo encarcelado injustamente.
Pero la verdad siempre triunfa y los que mantienen a Lula tras las rejas algún día pagarán por su injusticia.